Rebecca Jones, madre de 26 años, sobrevive a base de sopas, tostadas y bebidas energéticas, aunque los doctores le han avisado que la falta de nutrientes podría matarla. Mientras tanto, ella anima a su hija de siete años y 38 kilos a disfrutar del chocolate y las tartas.
La madre ha confesado que "llevando la ropa de mi hija siento una sensación de orgullo, sé que está mal pero me hace sentir bien". Y añade, "no me veo delgada, siempre me veo igual de grande".
Según publica el Daily Mail, su desorden alimenticio empezó a los once años con el divorcio de sus padres, engordó rápidamente hasta los 90 kilos y perdió la confianza en el colegio. A los 13 años declaró que dejaría de comer y después de una drástica pérdida de peso, sus compañeros de clase empezaron a felicitarla por su nueva figura y su familia no divisó los riesgos de esta nueva situación. Pero dos años después, ella seguía perdiendo peso y se le cortó la menstruación. "solía estar tan frágil que no podía salir de la cama", declara Rebecca.
Conoció al padre de Maisy a los 19 años en la Universidad de Manchester. Ella había asumido que la anorexia le había dejado estéril y no supo que estaba embarazada hasta que un día sintió una patada y el scanner reveló que estaba de 26 semanas. "No tenía ni idea", reconoció la madre de Maisy, "yo seguía usando la talla 6 y mi tripa estaba plana".
Los médicos le aconsejaron comer pollo por sus proteínas y tomar pastillas vitamínicas para ayudar a su bebé pero su estómago no estaba acostumbrado a ellas. "Mi novio intentó convencerme para comer más, pero mi estómago estaba tan acostumbrado a mínimas cantidades que la comida casera me hacía vomitar".
Al final consiguió sobrevivir con una dieta de pan y rábano durante su embarazo. Maisy nació pequeña pero sana, y su madre no pudo producir leche para alimentarla.
Después de romper con su pareja, Rebecca se alimentó de una dieta de líquidos que la hizo bajar de peso otra vez. "Las camisetas de Maisy me valen perfectamente", asegura. Y añade, "ella lleva ropa de talla 9-11, compartimos tops y pantalones". Afirma que le ha explicado a su hija su desorden alimenticio y que entiende que es algo malo, "yo no le niego nada de comida". También admite que su hija está preocupada por el peso de su madre y que ha intentado en varias ocasiones compartir los dulces con su madre.
A principios de este año, un análisis de sangre reveló que Rebecca Jones tenía los niveles de potasio peligrosamente bajos, lo que se conoce como hypokalemia, que causa una debilitación extrema de los músculos. Ahora tiene sus niveles de potasio y su corazón monitorizados regularmente.
Los médicos ya le han avisado que corre el riesgo de sufrir un ataque al corazón si no aumenta su peso. "Me aterroriza la idea de no ver a Maisy crecer", asegura. Y añade, "me encantaría comer, no puedo pensar en nada más agradable que ir a un restaurante con Maisy, pero no puedo".
Fuente: que
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